lunes, 4 de julio de 2011

El Hombre de la Bolsa

Capitulo II


Las Dos Caras de Micosa


Micosa tirado en el suelo del supermercado abre los ojos y ve varias caras que esperan su reacción, no entiende mucho, hay un medico que lo invita a hacerse algunos estudios a los que se niega. En un chango tiene todos los productos que compro ya embolsados, se alivia y se va con sus cosas.

En su casa, luego de hacer todos sus quehaceres del hogar se va al garage donde tiene un pequeño taller. En una de las paredes hay diferentes tipos de pinzas y llaves de diversos usos, hay un mesón para apoyar diferentes piezas a arreglar con una morza atornillada y oxidada por la humedad. Micosa agarra una caja que esta llena de diarios y empapela todas las ventanas, instala una lampara de mesa con luz puntual para trabajar y crea su espacio científico para inventar soluciones a sus problemas. Pasa horas y horas sentado sin pensar en nada, se esta aclimatando a su primer espacio propio que no comparte con nadie, es el lugar donde solo gobiernan sus ideas y el único obrero que las puede llevar a cabo es él. El lugar tiene un tinte a usurpación, por fuera se ven todas las ventanas cubiertas por diarios, las luces solo se prenden de noche y se mantienen largas horas encendidas.

Pasa horas tratando de inventar un dispositivo tipo bolsa que sea fácil de transportar, no se pegue, un producto que no tenga nada que entorpezca el normal uso del mismo. En un principio empezó con varias hojas en blanco, marcadores de colores, reglas de todo tipo, escuadras, compases, todo lo que requiere un ingeniero de bolsas, hizo rayas tratando de imaginar algo que le de una punta como para empezar pero no, nada le abría la imaginación.

Llego a la cama veinte minutos antes que Beatriz se tenga que levantar, fingió estar dormido y levantarse a la par con ella para nuevamente realizar los desayunos. Se le notaba en la cara y en los movimientos que no había pasado una buena noche, de sus ojos colgaban violáceas ojeras. Una vez consumado el desayuno de la mujer de la casa, tuvieron un dialogo frió como de costumbre y con un beso sin sabor de despidieron. Llevo a Natito al colegio y volvió para realizar las compras del almuerzo.

Otra vez en el escenario menos querido por Micosa, lleva un chango con apenas doce unidades lo cual le permite estar en una de las cajas rápidas pero el fenómeno se repite, cuando esta próximo a la caja la vista se le nubla, las manos sudan, lo invade el sentimiento nervioso y paranoico que paraliza todo su ser. Llegando a la caja ve que la cajera es la misma con la que tuvo el episodio y sin saber porque le baja una sensación de alivio.

La cajera lo saluda y le toma la mano como un gesto de madre a hijo, ella tiene unos veinticinco años.

Cajera:
- Buenos días, tranquilo yo lo ayudo...

Micosa siente que por su cuerpo viajan sentimientos que conoce pero que hace mucho tiempo no experimenta, le sonríe y no toca ni una bolsa.

Continuará...

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